3. NAVE «UMMITA» EN
1954
Noviembre de 1996
fue desconcertante. Quizá el término exacto sería «prodigioso». ¿Qué
otra cosa puedo pensar al recordar lo ocurrido en aquel vuelo de
Brasilia a Sáo Paulo?
Ahora, en la distancia, la imagen de mi buen amigo Harry Mallard cobra
una especialísima dimensión. Ahora estoy seguro: él tuvo mucho que ver
con el nuevo y asombroso encuentro...
Como ya conté en
páginas anteriores, a los pocos días de aparecer en la prensa las
célebres fotografías del ovni de San José de Valderas, en las
proximidades de Madrid (2 de junio de 1967), el infatigable ingeniero en
construcciones civiles Enrique Villagrasa puso en marcha una
investigación para tratar de averiguar si se había registrado algún
fenómeno extraño en la mencionada región de Oruro. Y sus pesquisas se
proyectaron igualmente hacia la zona de Río Grande do Sul, en Brasil.
Como se recordará, en la no menos famosa carta «ummita» del 30 de mayo
de 1967, los supuestos extraterrestres anunciaban la llegada de sus
naves en los tres lugares citados: Madrid, Oruro (Bolivia) y las
cercanías de la ciudad de Santo Angelo, en Río Grande do Sul (Brasil).
Villagrasa, como dije, sólo recibió una confusa respuesta por parte del
entonces director del diario La Patria,
de Oruro. En cuanto
a las gestiones en Brasil, los resultados fueron igualmente estériles.
Pues bien, durante años, yo también investigué por mi cuenta, buscando
algún indicio en la referida zona de Río Grande do Sul. Según los
investigadores locales, en 1967, entre marzo y noviembre, se
registraron, al menos, veintidós avistamientos ovni en Brasil. De éstos,
media docena correspondieron al estado de Río Grande do Sul. Juarez
Jorge Duarte, ufólogo de Río Grande do Sul, localizó tres fechas que se
aproximaban al período de tiempo establecido por los «ummitas»: 24 de
junio y 5 Y 7 de julio,
respectivamente. Los lugares, sin embargo, no coincidían con Santo
Angelo (1). En cuanto al
«emblema» en la panza de las naves (la célebre «H»), ni rastro. Ninguno
de los testigos había observado nada semejante. Y durante un tiempo,
como digo, comuniqué mis inquietudes a algunos de mis amigos brasileños.
Nadie supo darme razón. Nadie sabía gran cosa sobre el asunto «Ummo».
Una de estas personas, a las que transmití información sobre el caso
Valderas, fue Carmen Barreto, representante de la Editorial Mercuryo. La
paciente y eficaz mulata terminó conociendo de memoria lo ocurrido en
España con los supuestos «ummitas». Este
trasvase de información, incluido el «emblema» en forma de «H»,
resultaría providencial.
Y llegó el 14 de
noviembre de 1996. A las 11 horas y 42 minutos
despegamos del aeropuerto de Brasilia, rumbo a Sâo Paulo. Blanca, mi
esposa, viajaba a mi lado. Algunos asientos por delante de aquel 737,
Carmen Barreto y mi hijo Iván. Recuerdo que, poco antes de embarcar, no
sé por qué razón, habíamos vuelto a conversar sobre el asunto «Ummo». Y
Carmen hizo algunas anotaciones en su agenda. Al tomar tierra, la
mulata, sin poder disimular su excitación, todavía en el pasillo del
avión, me presentó a un alto funcionario del gobierno de Brasil. Durante
el vuelo, aquel hombre, sentado a la derecha de Carmen, no pudo evitar
echar un vistazo a la apretada agenda que manejaba Barreto. En una de
las páginas, Carmen había escrito la palabra «ufo», en referencia a
nuestra reciente conversación sobre el ovni de San José de Valderas. Fue
así, al descubrir de reojo la palabra «ufo» en el cuaderno de la
editora, cuando Dos Santos se decidió a entablar conversación con la
joven (2).
Y le contó una
singular historia...
Cuaderno de notas
de Carmen Barreto. Arriba, aparece la palabra «ufo». En el centro, el
símbolo dibujado por Dos Santos.
Su familia había
visto un objeto volante no identificado hacía más de cuarenta años.
Ocurrió sobre la ciudad de Curitiba, en el estado de Paraná. La nave
permaneció algún tiempo sobre el barrio en el que vivían sus padres. En
la parte inferior del objeto se distinguía un símbolo: una especie de
gigantesca «H».
Carmen, sabedora de
la historia de «Ummo», quedó desconcertada. ¿Cómo era posible que yo le
hubiera contado el asunto de los «ummitas» y, al poco, se sentara a su
lado una persona cuya familia había visto algo similar? ¿Otra
casualidad? Brasil tiene algo más de ocho millones y medio de kilómetros
cuadrados y casi ciento cuarenta millones de habitantes...
Rápida, como siempre, Barreto
solicitó a Dos Santos que dibujara en su agenda el símbolo que lucía el
ovni en la panza. Y el entonces procurador complació con gusto los
deseos de su compañera de vuelo.
Una vez en el aeropuerto, Dos Santos
accedió a contar la misma historia que acababa de narrar a Carmen
Barreto. Blanca, Iván y yo quedamos perplejos...
-La primera noticia sobre aquel
suceso -explicó Dos Santos- me la dio mi padre. El hecho pudo suceder
hacia el 25 de junio de 1954. Yo no había nacido...
»Mi
familia vivía en la calle Erasto Gaertner, en Curitiba. Eran unas
casitas de madera, casi pared con pared con un depósito de armas del
ejército; en esos momentos, el más grande polvorín de Brasil. Un poco
más allá existía -y existe una base de la Fuerza
Aérea...
»Serían las diez de la noche. Mi
padre estaba ya acostado y, de pronto, oyó los gritos de Clara, mi
abuela: «¡Augusto, Augusto, venga a ver esto!» Mi padre acudió rápido y
se situó en la parte posterior de la casa. Allí estaba también mi madre.
Clara, abuela de
Dos Santos. La primera que vio la nave «ummita» sobre Curitiba.
(Cortesía de la familia Dos Santos.)
»En el cielo vieron algo raro. Era
un objeto grande, silencioso y desconocido. Presentaba una forma muy
extraña: eran como dos platos soperos unidos por los filos exteriores.
Desprendía una gran luminosidad que cambiaba del naranja al rojo...
»Mi familia se quedó muda,
contemplando aquello. El aparato siguió inmóvil durante un buen rato;
entre diez y quince minutos. Se hallaba a escasa altura del suelo, sobre
los árboles, y a corta distancia de la casa. Más o menos sobre la zona
trasera del polvorín. Quizá a setenta o cien metros de nuestra
vivienda...
»Después, sencillamente,
desapareció. Fue como si se hubiera apagado...
»En la región inferior se veía algo
parecido a un «emblema». Una especie de enorme «H»...
»A la mañana siguiente, muy
temprano, dos soldados del ejército fueron llamando puerta por puerta e
interrogaron a la totalidad del vecindario sobre la observación de la
noche anterior. Entonces, alegando que se trataba de un «asunto de
seguridad», advirtieron a los testigos que debían guardar silencio.
Prohibido hablar de la nave y, mucho menos, con la prensa. Los
militares, obviamente, también habían visto el ovni...
Dos Santos tenía prisa. Le esperaba otro vuelo. Antes de
despedimos le hice una última pregunta:
-¿Ha oído hablar de un asunto llamado «Ummo»?
El procurador negó con la cabeza, y
preguntó a su vez:
-¿«Ummo»?, ¿qué es?
Ovni
con la «H» en la panza, observando sobre Curitiba el 25 de junio de
1954. (Dibujo: J.J. Benítez, según las indicaciones de Dos
Santos.)
Dos
Santos, junto a J.J. Benítez, en el aeropuerto de Sâo Paulo (Brasil) en
la mañana del jueves, 14 de noviembre de 1996. (Foto: Blanca de
Benítez.)
El caso de la nave «ummita» sobre el
polvorín de Curitiba en 1954 encerraba una segunda parte que yo no
conocería hasta algunos meses más tarde, cuando regresé a Brasil para
interrogar de nuevo al procurador Dos Santos. Y a mi retorno a España,
además de saber del fallecimiento de Harry Mallard, empecé a ver con
claridad que algo no encajaba en el supuesto montaje «ummita». Fue en
esas fechas, y a la vista de la información reunida, cuando tomé la
decisión de llamar a la puerta de José Luis Jordán Peña e intentar
clarificar el cada vez más enredado asunto. Como ya mencioné, con fecha
8 de abril de 1993, el referido Jordán Peña envió una carta de seis
folios a Rafael Farriols, uno de los receptores de las misivas
supuestamente extraterrestres y, con seguridad, uno de los hombres que
ha reunido más información relacionada con «Ummo». En la carta de
marras, Jordán se proclamaba autor de la totalidad del diabólico caso, y
aseguraba que fue un mito, creado por él en 1966. Él -decía- fue el responsable de los cientos de páginas remitidas a
decenas de ciudadanos. Él fue el creador del emblema en forma de «H». Él
ideó las apariciones de las naves en Madrid, Oruro (Bolivia) y Río
Grande do Sul (Brasil) entre los últimos días de mayo y los primeros de
junio de 1967. Él -afirmaba- dejó de redactar los informes
«ummitas» cuando se vio afectado por una
trombosis (12 de marzo de 1988)...
Y
durante varios años lo visité en su
domicilio, en Madrid, para interrogarlo sobre infinidad de detalles.
Estas conversaciones fueron redondeadas con un más que interesante cruce
de cartas en las que Jordán trataba de justificar el porqué de su
mentira. Fue en esas entrevistas y escritos donde percibí que
«Ummo»
era mucho más de lo
que pretendía Jordán Peña. Tuve especial cuidado en no revelarle lo que
había averiguado en Bolivia y Brasil. Y con este «as» en la manga
escuché durante horas sus dudosas explicaciones. Cuando pregunté por el
inicio del «experimento», como él lo denominaba, se refería siempre a
los últimos meses de 1965 o principios de 1966. Nunca antes. Y las
dudas, como digo, me hacían desconfiar: si Jordán Peña había puesto en
marcha el «invento» sobre «Ummo» en las referidas
fechas, ¿cómo explicar las naves con la «H» en la panza en 1952 y 1954?
Jordán nació el
13 de
enero de 1931 en Alicante. Cuando se registraron los casos de Sudáfrica
y Curitiba, el señor Peña tenía veintiuno y veintitrés años,
respectivamente. En esa época, ni siquiera imaginaba que se
vería envuelto en un
«experimento» de semejante naturaleza. Para mí, ésta fue una de las
claves. Algo no encajaba en el montaje, supuestamente orquestado por
Jordán Peña. Es muy probable que, de haber tenido conocimiento de lo
acaecido en Sudáfrica, Bolivia y Brasil, los planteamientos del falsario
hubieran sido otros. Naturalmente, y antes de proseguir con mis
indagaciones, es preciso dejar claro que dudo del origen extraterrestre
de esos cientos de escritos mecanografiados que llegaron a manos de una
treintena de ciudadanos a partir de 1967. No creo en los «ummitas», tal
y como los dibujan dichos informes. Tampoco creo en muchas de las
afirmaciones de Jordán Peña. Pero, entonces, usted se preguntará, con
razón: ¿por qué «Ummo» es más de lo que pretende Jordán Peña? Amén de la
realidad de las naves con la «H» en la panza, la posible respuesta
apareció en Brasil, en una de mis pesquisas. Tal y como tengo por
costumbre, dejé pasar un tiempo prudencial entre la primera conversación
con el procurador Dos Santos y la segunda y tercera entrevistas. El
método, como saben los investigadores, resulta muy útil a la hora de
evaluar la veracidad de los testimonios. Cuando alguien miente o fabula,
una segunda o tercera declaraciones son siempre comprometidas. En el
caso que me ocupa, la versión del procurador fue idéntica a la
registrada en aquel inolvidable 14 de noviembre de 1996. Recorri el
escenario de los hechos, en Curitiba, y comprobé, entre otras cosas, que
el número de testigos de la nave «ummita» en aquella noche del 25 de
junio de 1954 fue superior al medio centenar. La mayor parte
eran
vecinos de la familia Dos Santos, y el resto, militares del polvorín del
barrio de Bacacheri, donde se alzaban las casas de madera. Lo más
importante, sin embargo, no fue la ratificación de lo ocurrido en aquel
lejano 1954. Para mí, al menos, la sorpresa fue otra...
José Luis Jordán
Peña, durante la época de la recepción de los escritos «ummitas».
Trabajó en la empresa Agromán como psicólogo e ingeniero, aunque, en
realidad, no era ni lo uno ni lo otro. Dejó Agromán en abril de
1987.
Cuando el
procurador comprobó que mis investigaciones iban muy en serio, y que se
hallaba ante un hombre en el que podía confiar, volvió a contarme el
avistamiento protagonizado por su familia y algo más: «Fue hacia 1969 o
1970. Yo tenía alrededor de quince años. Vivíamos en la misma casita de
madera, en la calle Gaertner, en el lugar donde mis padres y mi abuela
observaron el silencioso objeto con el símbolo en la parte inferior...
»En esas fechas
-prosiguió Dos Santos-, mi madre se hallaba hospitalizada en
Sâo Paulo. Sufría un
problema de corazón, y tuvo que ser operada. Mi padre, por tanto, se
encontraba al cuidado de la casa. Mis hermanas y yo lo ayudábamos.
Clara, la abuela materna, había fallecido algunos años antes...
»Yo
ocupaba una habitación contigua a la de mi padre. El resto
de los hermanos dormían en una tercera estancia, pegada también a la
mía...
»Pues bien, esa
noche, al poco de acostamos, ocurrió algo que nunca he logrado
explicar...
»La casa, como te
he mencionado en otras oportunidades, era de madera, una construcción
típica en estas latitudes. La pared que separaba mi cuarto del de mi
padre, siguiendo la costumbre, no llegaba hasta el techo. Entre ambas
habitaciones quedaba una rendija...
»De pronto, en el silencio de la noche, observé una luz.
Procedía del
dormitorio de mi padre. Era una luminosidad intensa, muy blanca que, por
supuesto, no correspondía a la iluminación habitual...
»Me quedé quieto,
desconcertado. La luz se filtró por la parte superior del tabique, por
la rendija, y por el vidrio existente en lo alto de la puerta del
mencionado cuarto de mi padre. Y vi con sorpresa cómo inundaba también
la sala contigua, una salita a la que daban las habitaciones y la
cocina.
»Entonces oí la voz
de mi padre. Evidentemente, hablaba solo. Allí, en su dormitorio, no
había nadie. Eso fue lo que pensé en esos momentos...
»Las palabras -que
no acerté a descifrar- se prolongaron durante dos o tres minutos. Acto
seguido, mi padre guardó silencio y la luz se extinguió...
»Francamente, me
asusté. Instantes después percibí los pasos de mi padre. Abandonó el
cuarto y se dirigió a la cocina. No lo dudé. Me levanté e, intrigado,
fui a su encuentro. Mis hermanos continuaban durmiendo. Al parecer, no
se enteraron de lo ocurrido...
»La escena que
presencié a continuación, en la cocina, me dejó más confuso, si cabe...
»Para entenderlo
tendrías que haberlo conocido. Augusto, mi padre, era muy reservado y
especial. Muy duro. Difícilmente exteriorizaba sus sentimientos. Te
pondré un ejemplo. Yo no supe que era portugués hasta después de su
muerte. Fue entonces cuando averigüé que era socialista y que
tuvo
que huir de la dictadura de Salazar. Como podrás suponer, el tema ovni
no entraba en sus parámetros mentales...
»Tomé asiento frente a él. Estaba
pálido... ¡y llorando! ¿Mi padre llorando? ¿Qué había ocurrido en su
habitación?...
»No supe qué hacer, ni qué decir.
Todo aquello era nuevo para mí. Efectivamente, "algo" muy grave o
insólito lo tenía conmocionado...
Augusto, testigo
de la nave con el signo de «Ummo» y de la aparición de un ser en su
dormitorio. (Cortesía de la familia Dos Santos.)
»Esperé. Al poco, sin dejar de
llorar, contó lo que acababa de vivir en el dormitorio. Éstas fueron sus
palabras: "En la oscuridad, de repente, a los pies de mi cama, se
presentó una luz... Esa luz creció, transformándose en una figura
humana. Era un hombre alto, de cabello largo y amarillo... Vestía una
especie de buzo, de una sola pieza. Y me habló y yo le hablé..."
»Mi padre no quiso entrar en
detalles sobre dicha conversación. Nunca supe por qué. En cuanto a mí,
casi un niño, tampoco me atreví a interrogarlo sobre el particular.
Ahora me arrepiento. Mi padre murió el 12 de febrero de 1979, a los
cincuenta y un años de edad. Aquel suceso, sin duda, fue de especial
importancia para él...
»Fue entonces, en la soledad de la
cocina, cuando me reveló lo que había sucedido en la noche del 25 de
junio de 1954. Fue entonces cuando supe lo de aquella nave, con el
extraño emblema en la panza...
»Mi padre contó lo que ya sabes e
hizo mención del dibujo que presentaba en la parte inferior. Recuerdo
que le pregunté: "¿Un dibujo?, ¿qué dibujo?" Se levantó. Tomó papel y
lápiz de encima de la nevera y regresó a la mesa. Durante unos segundos
permaneció en silencio, mirándome fijamente. Sus ojos se hallaban en
otro lugar...
»Después, igualmente callado, empezó
a dibujar. Y trazó el signo en forma de "H". Antes de concluir la figura
volvió a mirarme en silencio y con gran intensidad. Yo no entendía nada
de nada y sólo acerté a decir: "¡Qué dibujo tan gracioso!" Él bajó la
cabeza y terminó de dibujar...
Cuaderno de campo
de J.J. Benítez, con anotaciones y dibujos relacionados con la
misteriosa aparición de un ser en la casa de Dos Santos.
Disposición de las
casas en la fecha del avistamiento (1954). En la parte inferior,
dibujado por Dos Santos, situación del ovni sobre el depósito de
material bélico.
El símbolo que
presentaba la nave vista en Curitiba (estado de Paraná) y otras
observaciones de J.J. Benítez sobre el caso.
»"¿Cuándo sucedió
eso?", pregunté. "Hacia el 25 de junio", replicó mi padre. "Casi el día
de mi cumpleaños", exclamé. Pero él me corrigió: "No, tú no
habías nacido. Tu madre sólo tenía a tu hermana." Mi hermana, como
sabes, nació el 1 de mayo de 1954 y
yo el 25 de junio del año siguiente. Esto quiere decir que el
avistamiento del objeto sobre el polvorín tuvo que producirse el 25 de
junio de 1954...
»Días después conversé
con mi madre y, efectivamente, confirmó lo dicho por mi padre respecto
al ovni...»
Cuando lo estimé oportuno, mostré a
Dos Santos varias copias de las fotografías del ovni de San José de
Valderas. Me miró en silencio y, sin disimular su sorpresa, exclamó:
«¡Asombroso! ¡Es el mismo objeto y el mismo dibujo en la panza! ¿De
dónde ha salido?» Era la primera vez que el procurador de Curitiba tenía
acceso a las imágenes del célebre ovni de Valderas, fotografiado en
1967. Y volví a plantearme algunas viejas dudas (algunas no tan
viejas):
Ovni,
supuestamente «ummita», observado por numerosos testigos el 1 de junio
de 1967 en San José de Valderas (Madrid). Una nave «gemela» a la de
Curitiba, vista por la familia Dos Santos trece años
antes.
¿Podemos confiar en los que afirman
que «Ummo» es un fraude? ¿Se ha investigado con rigor y con un mínimo de
objetividad? A la vista de lo que llevo expuesto, mucho me temo que esas
afirmaciones sobre un posible montaje son puro humo...
¿Qué hay detrás de «Ummo»? No hace
falta ser muy despierto para deducir que existe una conexión, y muy
estrecha, entre el objeto observado en 1954 sobre Curitiba y el ser de
cabellos amarillos que surgió de la luz quince o dieciséis años después
y en la misma casa de la familia Dos Santos. ¿Por qué el padre del
procurador se echó a llorar? ¿Por qué, en esos críticos momentos, se
decidió a contar al muchacho lo que habían visto en la noche del 25 de
junio de 1954? ¿Por qué le dio tanta importancia al «emblema»? ¿Qué fue
lo que anunció el personaje que se presentó en el dormitorio de
Augusto?
¿Acudió el ínclito Jordán Peña a
Curitiba para organizar semejante teatro? Que yo sepa, jamás pisó
Brasil...
¿Sobornó al medio centenar de
vecinos de la calle Gaertner para que inventaran un avistamiento del que
no hablarían hasta pasados cuarenta años? Demasiado retorcido, incluso
para Jordán Peña...
Base aérea muy
próxima al lugar del avistamiento. (Foto: J.J. Benítez.)
Zona boscosa del
polvorín sobre la que permaneció la nave «ummita». (Foto: J.J.
Benítez.)
Instalaciones del
Ejército de Brasil, contiguas al polvorín. (Foto: J.J.
Benítez.)
Ovni de gran
luminosidad sobre el polvorín del ejército, en Brasil. La nave fue
fotografiada en la noche del 9 de diciembre de 1954, al parecer, sobre
Río de Janeiro. En esas mismas fechas, otros objetos fueron observados
sobre Curitiba, Ponta Grossa y Río Grande do Sul.
¿Inventó la célebre
«H» en 1954? En esos años, según los documentos que conservo en mis
archivos, las preocupaciones prioritarias de Jordán eran sobrevivir
y combatir a los enemigos de la Iglesia católica
(en especial, a las sectas protestantes). Tendrían que transcurrir
alrededor de doce años para que surgiera el sello «ummita», también en
forma de «H», en los referidos escritos mecanografiados.
Si esto es así, si «Ummo» no
apareció «oficialmente» hasta 1966, ¿cómo explicar que varias decenas de
brasileños supieran de una de estas naves en 1954? Efectivamente,
alguien miente, y no creo que sean los vecinos de
Curitiba...
¿Cómo convenció Jordán a los
militares brasileños para que formaran parte del engaño de Curitiba y,
además, para que fueran puerta por puerta, amenazando a los testigos del
ovni del 25 de junio de 1954? Sencillamente, no hubo tal contubernio
porque, hasta el día de hoy, el caso Curitiba ha permanecido en el más
estricto secreto. Jordán Peña jamás supo de él, como tampoco ha sabido
que los ovnis regresaron a la citada población de Curitiba seis meses
más tarde. Así consta en la primera página del Diario de la Tarde del 17 de diciembre del referido
1954. En este caso, sin embargo, no se menciona la «H» en la panza de
los objetos. Y me pregunto: ¿por qué seis meses después del avistamiento
de la nave sobre el polvorín? ¿Tuvo que ver esta nueva presencia ovni
sobre Curitiba con la gestación del niño que nacería al año siguiente?
(Dos Santos, como se recordará, nació el 25 de junio de 1955.) ¿Fue esto lo que le anunció el ser de
cabellos amarillos al padre de Dos Santos?